lunes, 25 de julio de 2011

SANTIAGO MATAMOROS


La tradición de Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I, a quien los moros de al-Ándalus reclamaron el tributo de las cien doncellas que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I no quiso entregarles las cien doncellas y como resultado tuvo lugar la batalla de Clavijo. Según la leyenda, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago, que le revela que él ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas. Durante el combate Ramiro invoca a Santiago al grito de «¡Dios ayuda a Santiago!», y aparece sobre una nube en un caballo blanco. Los moros son vencidos.

Santiago se impone así, como protector de los cristianos contra los musulmanes durante el resto de la Reconquista, y adopta el sobrenombre de Matamoros. En la batalla de Hacinas el Conde Fernán González invoca a Santiago al grito de: «¡Santiago y cierra España!» que quedará como el grito de batalla cristiano por excelencia.

Hoy en día el apodo de Matamoros es políticamente incorrecto y apenas se usa, ante el temor de herir susceptibilidades dentro del islam. Se han retirado estatuas de Santiago Matamoros de emblemáticas iglesias como la Catedral de Santiago de Compostela, por esta causa.

domingo, 24 de julio de 2011


«Estáis confundidos, yo no vengo en contra vuestra. Yo vengo a liberaros de muchas cosas que no son justas. Jamás mataré a un hombre con alpargatas»

A LOS HOMBRES Y MUJERES QUE TRABAJARON EN LA MINA (La Cruz - Santa Barbara)


miércoles, 20 de julio de 2011

ASI NOS VA - INCULTURA GENERAL

Nos hacemos eco de una noticia que traia hoy la nueva España.


¿La capital de Portugal? Ni idea...
Un estudio promovido desde la Universidad de Oviedo con 1.080 alumnos de tres comunidades refleja el dramático déficit de cultura general


El 80% de los estudiantes de primer curso de la Universidad no sabe en qué ciudad nació Picasso, y el 86% es incapaz de decir el nombre de dos premios Nobel españoles.

Un estudio dirigido por el catedrático de Psicometría de la Universidad de Oviedo Eduardo García-Cueto, en el que han participado los profesores Blanca Pérez Sánchez, Javier Suárez Álvarez e Ignacio Pedrosa, ha puesto una vez más el dedo en la llaga sobre la inmensa incultura general de los nuevos universitarios. El informe acaba de ser publicado en la revista especializada de Investigación y Divulgación en Psicología y Logopedia, de la Universidad de La Laguna, una de las tres instituciones académicas, junto con la de Oviedo y Granada, que forman parte de la encuesta, más de mil universitarios, de los que casi el 74% eran asturianos.

El cuestionario constaba de treinta preguntas -ver gráfico- de cultura muy básica en la mayoría de los casos. Preguntas del tipo ¿Quién escribió «La Regenta»? ¿Quién pintó la Capilla Sixtina? o ¿Cuál es la capital de Portugal?

«El hecho de que los alumnos accedan a una serie de datos, los memoricen únicamente para los exámenes y los desechen sin más da buena idea no solamente de la calidad de los sistemas educativos sino también en el tipo de adultos en los que se convertirán estos alumnos», señalan los autores del estudio como conclusión a la debacle.

Es el doble filo de la evaluación continua, que mantiene un seguimiento permanente sobre el alumno pero «anima» a muchos de ellos a usar y tirar conocimientos: lección superada, datos directos para la papelera de reciclaje. Aquí, sin embargo, no hay reciclaje que valga.

Un total de 1.080 estudiantes contestaron a la encuesta. No era necesario escribir mucho, pero el 80% cometió alguna falta de ortografía. Los autores del estudio lamentan que «los peores resultados se vean siempre reflejados en las preguntas de lengua castellana».

Eduardo García-Cueto, adscrito a la Facultad de Psicología en Oviedo, duda de que España esté respondiendo con eficacia a los resultados de las pruebas PISA. «Parece evidente que si bien España entra en el juego de la evaluación, el feed-back recibido no le sirve para conseguir una mejora posterior y de forma sistemática queda muy debajo de la media de los países de la OCDE».

El drama se acentúa porque los porcentajes de errores no menguan en aquellas preguntas destinadas a universitarios de esa misma área. Por ejemplo, el 88% de los encuestados que cursan carreras de Ciencias Sociales y Jurídicas, entre las que se incluye Geografía, no sabe el número de provincias que tiene España. Y el 88% de Ciencias de la Salud (dos puntos más que la media nacional) no conoce al menos dos de los siete premios Nobel que ha dado España. Estudiantes de Medicina, por poner un caso, a los que no les suenan Severo Ochoa o Santiago Ramón y Cajal.

En torno a un diez por ciento de los universitarios no sabe cuál es la capital de Portugal. Fue uno de los datos en que los autores de la encuesta hicieron ayer más hincapié. García-Cueto prefiere no poner adjetivos. Los datos se explican por sí solos. Hubo universitarios que no supieron contestar a la pregunta de en qué año fue el descubrimiento de América o en qué año comenzó la Guerra Civil española.

Las conclusiones del estudio previenen que «fechas como el año del descubrimiento de América, capitales de países que a lo largo de su historia no han sido cambiadas o escritores de novelas de reconocido prestigio son datos que no solamente se deben exigir en los exámenes de Historia, Geografía o Lengua en un instituto de Educación Secundaria, sino que deberían formar parte de aquellos conocimientos que modelan a las personas, que las hacen formar parte de la sociedad del saber y en adultos capaces de mantener conversaciones más allá de lo estrictamente puntual del momento». Más claro, agua.

En este nivel más bien mediocre de eso que siempre se ha conocido como cultura general básica, algunas de las preguntas del cuestionario sonaron a chino a más de dos: ¿Quién escribió «El mito de la caverna»? o ¿Qué hallazgo arqueológico permitió descifrar la escritura jeroglífica egipcia? son cuestiones tan insondables para un sector de la población universitaria española como una ecuación de quinto grado para un alumno de Primaria.

A la hora de menudear los resultados del informe, la Universidad de Oviedo no sale mal parada en relación con La Laguna y Granada. En concreto, la Universidad asturiana logra mejores resultados globales, y también puntúa más alto en Actualidad, Historia, Geografía y Literatura (la pregunta sobre «La Regenta» influye). En Lengua, las tres referencias son lamentables, y en Filosofía nos superan la Universidad andaluza y la canaria.

El porcentaje de acierto en preguntas de Lengua entre estudiantes de ingenierías no llega a los 30 puntos, pero los fallos aún son más nítidos entre universitarios de Ciencias de la Salud y Ciencias Sociales y Jurídicas (¡casi el 80% de errores!). Sorprendentemente, son estos últimos estudiantes de Ciencias Sociales los que a nivel global presentan peores resultados en cultura general.

En el lado contrario, los mayores porcentajes de acierto corrieron a cargo de los estudiantes de Arte y Humanidades en preguntas relacionadas con la Filosofía, un 87,7%. Y eso que la respuesta Platón para la autoría de «El mito de la caverna» no era de lo más sencillo del cuestionario.

El cuestionario incluyó a alumnos de Magisterio, Historia o Filología, «facultades que no solamente admiten a alumnos con este tipo de fallos y lagunas, sino que muchos de estos alumnos son los que en un futuro optarán a puestos de maestros o profesores», señalan los autores. Y cabe suponer «que si a estos alumnos no se les han exigido dichas competencias, ellos previsiblemente tampoco lo harán con sus futuros alumnos». Como para ponerse a temblar.

En dicho enlace esta el cuestionario;

http://www.lne.es/servicios/lupa/lupa.jsp?pIdFoto=4053307&pRef=2011072000_46_1105100__Sociedad-capital-Portugal-idea

jueves, 14 de julio de 2011

Bobes: La leyenda continúa (II)

El ejército de los llaneros

No permanecería mucho tiempo Tomás Bobes en su mazmorra de Calabozo. Un amigo, el indio Reyes Vargas, que mantenía ciertas relaciones con los insurgentes, mediante un soborno adecuado a los que lo vigilaban, logra sacarlo de su encierro y ayudarlo para que en medio de la noche huya a Los Llanos donde encontraría refugio. Es precisamente allí, en aquellas enormes extensiones donde viven los llaneros, donde crían reses salvajes, caballos y mulas el lugar donde había llevado a cabo numerosas transacciones, forjando su fama de hombre serio, justo en el trato y amigo de sus amigos. Era ya entonces el hombre a caballo que sería el resto de su vida, “El Taita” (del latín Tata), jefe o padre de todos ellos y por tanto objeto de su respeto.

Estas sabanas enormes como mares de hierba, llanas como la palma de la mano, están conformadas por cuatro zonas fundamentales: Cumaná y Barcelona, Carabobo y Salinas. La de los ríos Orinoco y Caura, además de la gran llanura del Guárico y del Apure alto y Bajo. Son la friolera de nueve mil leguas cuadradas. En ellas crecen el saman, una mimosa gigante que tanto le recordaba a Bobes las de su tierra, el merecure (liana), el calabacero y el árbol de la leche entre los más significativos. Allí viven también especies como la tortuga, el galápago, el caimán, la vaca marina, diversas variedades de monos, y cómo no el león de Los Llanos o puma.

En cuanto al llanero, podemos afirmar que es un hombre peculiar, como compañera la soledad de las inmensas extensiones, como socio fiel su caballo y las manadas que allí están a su disposición, como compensación su sentido de lo poético, su valentía y su nobleza para quien se la merezca. Vive a caballo, viaja a caballo y si es preciso duerme a caballo. En la mano siempre el astil largo y recio que remata una hoja de acero afilada: la lanza que le sirve de arma, de instrumento necesario para protegerse y proteger los hatos que cuida de los depredadores naturales que puedan amenazarlos. Es un hombre sencillo, que masca tabaco, que gusta del café tinto y sobre todo de la libertad. Se cubre con sombrero alón, camisa de lino, poncho para el frío y pantalón largo y abierto en la pantorrilla en forma de “uña de pavo”. Las espuelas y las botas son para los más afortunados. Así no es difícil comprender una de las estrofas de sus canciones populares: Sobre la paja, la palma; / sobre la palma, los cielos; / sobre mi caballo, yo, / y sobre mí, mi sombrero.

Es allí donde llega Bobes, el Taita Bobes, en busca de refugio y ayuda. Detrás han quedado sus propiedades en Calabozo convertidas en humo. Su pulquería arrasada, sus almacenes saqueados y luego incendiados y su ganado en la villa requisado para mayor gloria de los rebeldes independentistas. No tarda en reclutar sin esfuerzo mil jinetes de éstos, con los que inicia el regreso a la villa de Calabozo dispuesto a cobrarse cumplidamente las afrentas sufridas. Al frente de esos lanceros a los que poco ha tenido que argumentarles, ya que su causa era la causa de ellos, y sin pedir explicaciones cabalgan tras su ídolo decididos a seguirle hasta el mismo infierno, los conduce hacia el primer combate sin darse cuenta quizá, de que son el embrión de terrible e imparable ejército llanero que vendría después. De ellos dijo con tino Madariaga: “Hombres de la tierra todavía en fase pastoral de la cultura, injertos del tallo español en la raíz india, formando con sus caballos un solo ser en armonía perfecta”. Y sin vacilar, capitaneados por su jefe natural, toman la villa pasando a cuchillo o a lanzazos a la guarnición independentista. Sólo queda un pesar en el ánimo de Tomás Bobes, y es que el “miserable” de Escalona, el hombre que lo abofeteó, ha escapado cobardemente con el resto de su maltrecha fuerza.

Se acababa el año, el Taita Bobes era ya el capitán del destacamento de Calabozo tras ser nombrado para este cargo por el realista Antoñanzas, y Bolívar con los primeros días de 1813 amenaza Caracas. Va a comenzar una cruenta contienda, que se conocerá por deseo de los independentistas que así la bautizaron, como “la guerra a muerte”. Al capitán general de Venezuela, Cagigal, no le pasa desapercibido el gran potencial que suponen las huestes de Bobes y toma contacto con el ya comandante militar de la plaza de Calabozo. Dicen de él que era un militar profesional, por tanto suponemos que metódico y reflexivo, a quien la decisión, la astucia y la movilidad de los escuadrones llaneros le producen verdadero asombro. Bobes mantiene desde el primer instante un férreo control de la villa y del espacio geográfico que le es natural. Ningún contingente enemigo que ose adentrarse en un territorio que considera suyo, vuelve incólume al lugar de donde ha salido. Los que no son diezmados o aniquilados en su totalidad, son asimilados si lo aceptan - rara vez aceptan - a sus propias huestes. Los que se resisten, caerán bajo el vendaval que los llaneros desatan a su paso, y podrán contemplar la destrucción, la venganza, los saqueos y la desolación que dejan las unidades del Taita entre quienes se le resisten.

Las primeras campañas

La lucha, llegado este momento, se ha endurecido como era de esperar, Venezuela arde y combate en todos los frentes posible y, desde luego en Los Llanos donde el Taita ha nutrido bien sus fuerzas de nuevos contingentes, en los que figuran los pardos, los indios, los zambos y los mulatos que quieran adherírsele. En resumen, los más desfavorecidos, precisamente aquellos que los criollos despreciaban y consideraban la escoria necesaria aunque desdeñable. Bobes les enseñará a sentirse fuertes y libres como nunca lo habían sido antes. Ahora forman un grupo cohesionado que lucha bajo los mismos ideales y la misma bandera, son por tanto, pieza clave en el inmenso juego mortal que acaba de comenzar. Bolívar es derrotado en Puerto Cabello en agosto de 1813, Bobes derrota a las fuerzas independentistas en Santa María de Iripe. Oriente es de Bobes y Occidente de Yáñez. Ya no forman escuadrones solamente, ahora constituyen regimientos de una poderosa fuerza de caballería, desde luego la más motivada y combativa la que manda directamente Bobes desde Calabozo. Y es lícito comenzar a hablar de destrucción, de crueldad y de muerte. El asturiano Bobes es confirmado en su mando y nombrado comandante general del Ejército de Barlovento. Queda por tanto un poco lejos la leyenda que asegura que las primeras lanzas se forjaron a partir de unas verjas de hierro.

Vienen a sumársele nuevos refuerzos desde Los Llanos y con ellos llega un compañero de Calabozo, canario y comerciante como él mismo, que será desde ese momento su lugarteniente más fiel. Se trata de José Tomás Morales, a quien la leyenda atribuye fama de cruel y desmesurado a veces en la represión. Dice esa leyenda también que fue Morales quien introdujo la costumbre de cercenar las orejas a los enemigos caídos, para cosérselas después en la cinta del sombrero a modo de escarapela horrible o trofeo sangriento. Fuera Morales o no, la verdad es es que esta costumbre y otras parecidas se extendieron en los usos llaneros como broma cruel. El caso es, que entre las canciones que aquellos bravos jinetes cantaban en sus descansos nocturnos a la luz de las hogueras, una de ellas decía: Entre Bobes y Morales / la diferencia nos es más / que uno es Tomás José / y el otro José Tomás.

Todo fue consecuencia de un comunicado hecho público por Nicolás Briceño, en los primeros días del mes de enero en el que decía sin recato: “Como esta guerra se dirige en su primero y principal fin a destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van incluso los isleños (canarios), quedan, por consiguiente excluidos de ser admitidos en la expedición, por patriotas y buenos que parezcan, puesto que no debe quedar ni uno vivo…” Éste era el comienzo del famoso manifiesto de la “guerra a muerte”

Tanto el Taita Bobes como Morales y el resto de sus lugartenientes, al mando cada uno de una unidad, combatían en primera fila y encabezaban las cargas de caballería e infantería que caían sobre el enemigo como un vendaval de muerte y destrucción. 1813 fue un año de combates, avances y retrocesos tanto para insurgentes como para los realistas. Ya no era Calabozo el centro de operaciones, la inmensidad de Venezuela reclamaba en otros lugares el protagonismo de los enfrentamientos de ambos bandos. Bolívar había entrado triunfante en Caracas en el mes de agosto, pocos días después, en un lugar llamado Santa Catalina, Bobes ataca con sus fuerzas apenas con las primeras luces del alba. Agrupando a su caballería tras un primer desconcierto y ya herido de un sablazo, logra la victoria y ordena pasar por las armas a todos los prisioneros. El resto, al mando del oficial Padrón huyen en dirección a Calabozo donde suponían contarían con refuerzos. Dos horas más tarde el mismo Bobes llega a Calabozo donde hace prisioneros a los fugitivos, con la lógica consecuencia de nuevos fusilamientos y la ejecución inmediata de todos los oficiales. Tras este hecho de armas, tuvo lugar una nueva batalla en Mosquiteros, de la que Bobes extrajo la certeza de que el enemigo, aunque fuera mandado por el rebelde Campo Elías, era presa fácil de sus tácticas y de sus veloces marchas. Fue el primer error de cálculo del Taita, pues tras horas de violentos encuentros, de escuadrones deshechos en el campo, de cargas incesantes contra los cuadros de infantes, las tropas de Bobes sufrían una derrota sonora, la primera de su campaña. Volvieron a Calabozo a lamerse las heridas y en busca de la reorganización necesaria, que pasaba por la incorporación de nuevos refuerzos.

Lo que desconocían era la circunstancia de que un comisionado de Campo Elías, el oficial Aldao, había tomado la villa y deseoso de acabar con el ejército llanero, había abandonado la protección de ésta para salir a su encuentro en el paso de San Marcos en el río Guárico. Fue su error personal, Bobes todavía al mando de una unidad potente de caballería, cargó contra Aldao que trató de oponer simplemente su infantería. La venganza del Taita había encontrado el lugar para ser llevada satisfecha. Los alancearon sin piedad, destrozaron sus filas y, con pocas bajas propias lograron humillar al enemigo. Aldao fue decapitado allí mismo y su cabeza llevada a Calabozo para ser expuesta en el extremo de una pica en la plaza principal. El macabro trofeo permaneció en ese lugar bastante tiempo, aunque suponemos que no en tan malas condiciones como pudieran imaginarse, ya que, meses después se la envió a San Fernando de Apure en cuya plaza estuvo a la vista de todos hasta el año de 1818 (cinco años más tarde). Casualmente, fue el ya entonces ascendido a general José Antonio Páez, quien había combatido a las ordenes del Taita Bobes, quien la hizo enterrar mientras se le rindieron solemnes honores militares.

Con esta victoria, Bobes logra reforzar notablemente su ejército con todo el material capturado al enemigo, rehaciendo así de nuevo sus filas y conservando Calabozo como su feudo y base de operaciones. El irreductible asturiano, que habría de demostrarlo bastantes veces más, contaba ahora con unas fuerzas temibles. Sólo habían transcurrido siete semanas desde la derrota frente a Campo Elías y en ese tiempo brevísimo, el comandante del Ejército de Barlovento miraba hacia las llanuras como tierras de su exclusiva propiedad. Porque teniendo en cuenta que el espíritu realista de Bobes era más bien escaso, que su único afán ya metido en la guerra como caudillo militar era ganarla, poco le importaba que en realidad el Rey de España fuera el destinatario de todo aquello. Bobes era el único rey en aquel momento de todo el territorio que alcanzaba su vista y su largo brazo ejecutor. Este momento histórico ponía de manifiesto un hecho innegable, que ahora quedarían frente a frente los dos principales personajes de esta contienda: el hombre sereno e incansable que era Bolívar, frente al caudillo arrollador e impulsivo capaz de simular una efímera derrota en un momento determinado, con la que atraer a su enemigo, para aniquilarlo en la última y más feroz carga de sus regimientos.





Gerardo Lombardero

lunes, 4 de julio de 2011

viernes, 1 de julio de 2011